sábado, 8 de febrero de 2014

Tratto.

¿Quién diría que ese era el vaso? El vaso que hoy me estaba esperando, un vaso que sabía que lo cogería. Menudos los ocho minutos marcados en el reloj. Demasiado el vaho de los empañados cristales. Y mi madre siempre dispuesta a demostrarme cuanto me quiere con sus mil besos. Me gustaría poder decir algo de ella, pero no sé que decir. Tan yo y tan diferente a mí. Es como releer tus palabras en voz alta buscando una que sobre. Ninguna sobra y todas faltan. Y al final cogí el vaso. ¿Quién se dedica a numerar vasos?, ¿hasta que numero eran?, porque como no, el mio era el ocho. Horrible el día que pensaba levantarme a las ocho y hasta las diez no pude abrir los ojos. Un día ocho, que no sabía de su existencia. No faltaba el número por ninguna parte. Ocho bolígrafos ordenados en mi mesa, con ocho papeles a su lado. Ocho, ocho, ocho. Si te olvidé no fue por mi culpa.

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